lunes, 12 de marzo de 2012

Superetapón con final inesperado... o 'el día que me aprendí los horarios franceses'

Salí de St. Palaix con muchas ganas porque me había visto fuerte el día anterior. Aunque todavía con dolor de cartera, por culpa de la cuenta del hotel.

Conseguí hacer que el gps respondiera a mis designios y por fin me daba lecturas más fiables. Puse rumbo entonces con todas las garantías a Salies de Bearn.

Llegué a Salies y desde el principio se me hizo un pueblo antipático.

Sobre todo cuando en la Oficina de Turismo me dijeron que por salirme de la ruta de Tours no me iba a librar del plus de turista atontao, que ellos tenían tasado en 45 euros mínimo. En efecto, al preguntar en el hotel 'Au petit Bearn' la dueña me dijo que por ser peregrino (como un favor) me cobraría 51 euuuurooos!!!!!!

Ni siquiera poner cara de bueno y acariciar al roñoso de su gato negro rebajaba la factura. Así que le intenté hacer un 'josemota':

-Quita de ahí la almohada de plumas de pato y el desayuno, a ver en cuanto se me queda...
-You need the breakfast for the way!!!

No hubo manera.

Me senté en un banco a evaluar las posibilidades, y decidí continuar hasta Dax... la que era la siguiente parada.

La verdad es que estaba un poco recrecido, demasiado diría yo. Dax estaba a 38 km. y ya llevaba más de 20. Ésta última decisión, iba a acarrear consecuencias. Un sobreesfuerzo físico y mental innecesarios.

Llegando a Dax anocheció, la carretera nacional se volvió peligrosa. La carga en mis piernas ya muy pesada... Llegué. Eran las nueve.

Necesitaba comer y descansar. Pero descubrí que Francia, en esta época del año entra en letargo a partir de las 19.30 +- y pocos sitios permanecen abiertos.

Seguramente la suerte, me llevó al único en toda la ciudad, que sería mi salvaguarda más tarde. 'El Txupinazo', un bar de pinchos, tras la barra uno de sus dueños, Abdón, un francés que había vivido en Santander, en cocina Loreto, madrileña. Abdón hablaba perfectamente castellano, y estuve charlando con él mientras picaba algo. 

Me despedí y salí a buscar alojamiento. Todos los hoteles estaban cerrados. Habían cerrado recepciones a las ocho. Otro lo encontré completo... 

No tuve opción volví al bar y explique el problema... el dueño no puso objeción a que me quedará a dormir en el mismo restaurante. Aunque apareció Loreto, la cocinera, y me ofreció cobijo en su casa, salvándome del atenazador frío de Dax.

Era una tía muy maja, estuvimos hablando largo rato bebiendo algo antes de ir a dormir, y era fácil conectar con ella. 

Lástima que aquel día tan duro, había acabado por completo con todas las fuerzas que me quedaban y caí pronto rendido dentro del saco...

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