martes, 13 de marzo de 2012

Un grupo de alemanes en el camino.

Janine y Klaus, se solidarizan con la causa.
Saint Jean PIed de Port es un pueblo absolutamente encantador. Varios puentes de antigua construcción atraviesan su rió pespunteado de casas con bonitos acabados en madera y adobe. Éstas descansan a ambos lados de su ribera. Realmente me recuerda al pueblo de dibujos animados de película de Disney.

Después de soportar el primer día de carrera el peso de mi mochila, se convirtió en prioridad el aligerarla, enviando un kilo de ropa y enseres a París, a Nidia Santiago. Ya me había deshecho de un libro en El Espinar. Cómo en St. Jean estaba la oficina de 'La Poste' me fue fácil. También use mi tiempo de relax para hacer unas llamaditas, etc.
Tras la comida comenzó el desfile de nuevos peregrinos venidos de Bayona. De un taxi salieron tres alemanes y una pareja de coreanos. Parecían majetes.
Tenía que ir mentalizándome en dejar todo esto.
A la hora de la cena, más o menos las 19.30, invité a uno de los alemanes a tomar un poquito de vino. Un hombre entrado en edad, jubilado, que hablaba español. No obstante, arreglábamos en mi mal inglés los desperfectos de su castellano regular. 
Como tomamos relativa confianza, le acompañé un ratito con su clan de germanos. Me contó que había sido secretario de estado en Hamburgo, aunque ya se encontraba jubilado, que era su segundo camino... Viajaba con un amigo de apariencia más seria, aunque luego se destapó como un cachondo, a partir de su tercer vino, of course.
Fue muy ameno aquel rato, pero tocaba dormir para aprovechar la mañana siguiente. Estaba totalmente repuesto de mi herida y no pensaba abandonar el ritmo de carrera que había estado llevando. A dormir.

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