Conseguí hacer que el gps respondiera a
mis designios y por fin me daba lecturas más fiables. Puse rumbo
entonces con todas las garantías a Salies de Bearn.
Llegué a Salies y desde el principio se me hizo un pueblo antipático.
Sobre
todo cuando en la Oficina de Turismo me dijeron que por salirme de la
ruta de Tours no me iba a librar del plus de turista atontao, que ellos
tenían tasado en 45 euros mínimo. En efecto, al preguntar en el hotel
'Au petit Bearn' la dueña me dijo que por ser peregrino (como un favor)
me cobraría 51 euuuurooos!!!!!!
Ni siquiera poner cara de bueno y acariciar al
roñoso de su gato negro rebajaba la factura. Así que le intenté hacer un
'josemota':
-Quita de ahí la almohada de plumas de pato y el desayuno, a ver en cuanto se me queda...
-You need the breakfast for the way!!!
No hubo manera.
Me senté en un banco a evaluar las posibilidades, y decidí continuar hasta Dax... la que era la siguiente parada.
La verdad es que estaba un poco recrecido, demasiado
diría yo. Dax estaba a 38 km. y ya llevaba más de 20. Ésta última
decisión, iba a acarrear consecuencias. Un sobreesfuerzo físico y mental
innecesarios.
Llegando a Dax anocheció, la carretera nacional se
volvió peligrosa. La carga en mis piernas ya muy pesada... Llegué. Eran
las nueve.
Necesitaba comer y descansar. Pero
descubrí que Francia, en esta época del año entra en letargo a partir de
las 19.30 +- y pocos sitios permanecen abiertos.
Seguramente la suerte, me llevó al único en toda la
ciudad, que sería mi salvaguarda más tarde. 'El Txupinazo', un bar de
pinchos, tras la barra uno de sus dueños, Abdón, un francés que había
vivido en Santander, en cocina Loreto, madrileña. Abdón hablaba
perfectamente castellano, y estuve charlando con él mientras picaba
algo.
Me despedí y salí a buscar alojamiento. Todos los
hoteles estaban cerrados. Habían cerrado recepciones a las ocho. Otro lo
encontré completo...
No tuve opción volví al
bar y explique el problema... el dueño no puso objeción a que me quedará
a dormir en el mismo restaurante. Aunque apareció Loreto, la cocinera, y
me ofreció cobijo en su casa, salvándome del atenazador frío de Dax.
Era una tía muy maja, estuvimos hablando largo rato bebiendo algo antes de ir a dormir, y era fácil conectar con ella.
Lástima
que aquel día tan duro, había acabado por completo con todas las
fuerzas que me quedaban y caí pronto rendido dentro del saco...
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