A las cinco de la tarde aterrizaba el autobús
en la estación de Pamplona. Busqué el albergue, emplazado justo en el
casco histórico, muy cercano a la conocida calle de la Estafeta, que
desemboca en la plaza de toros.
Conecté enseguida con la gente de Aspace que se dedica a gestionar
el albergue, que cuenta con todo tipo de comodidades. Y me quedó
bastante clarito que más allá de la siguiente etapa no les tengo que
preguntar, porque o se lo inventan o no saben.
El plan era, esperar a las 18 h del día siguiente para tomar un
autobús que me dejará en Roncesvalles para iniciar la ruta, tal y cómo la
teníamos prevista. En aquel albergue, sólo estábamos un francés normando
que se recorría el mundo en bici, un portugués que era el ronaldo de
los peregrinos (había atravesado el paso hacía Roncesvalles con nieve,
lo cual no es muy aconsejable, porque hay gente que se ha perdido y se
ha quedado allí), un par de personas más que no conocí, y yo.
La única ruta que emprendí aquella noche fue la de vinos y tapas de
la calle estafeta, así de paso hice tiempo viendo el fútbol...
Aquí llegué a la conclusión de que PARO = GASTO. Pero a ésto le pondría remedio al día siguiente...
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