Salí pronto de Saint Genis, después de haberme tomado un café
cargadito. La estancia en Saint Genis había sido poco gratificante,
demasiado exigente para mí en cuanto a la búsqueda de cama.
Después
de unas horas de correr llego a Saintes y voy a buscar albergue. La
verdad es que hoy es lunes, así que presumo no tendré problemas. Las piernas vuelven a estar en condiciones, siempre lastradas por el peso de mi pequeña mochila.
Cómo
indica mi libro la Asociación de amigos de Santiago se encuentra en la
Basílica Saint-Eutrope, una iglesia no muy lejana del centro de la
ciudad. Tal es mi suerte que no sólo encuentro a la hostalera sino que
también tengo compañeros ese día. Una agradable pareja de unos cincuenta
años de edad que lo ha dejado todo para caminar. Ya dije que encontre a
mucha gente en este sentido. Con ellos comparto una entretenida charla
ya que llevan un tiempo en el camino.
La herencia de mi estancia en Saint Genis me obligó a buscar una lavandería por la zona. Allí pasé un rato.
Al
terminar con toda la logística me doy una vuelta por la ciudad.
Bastante más grande que lo que me he estado encontrando últimamente,
tiene un casco antiguo más que interesante con un gran teatro (Gallia)
que le pone la guinda, allí en la avenida donde viene a desembocar.
Tampoco
me dio mucho tiempo a más, me tocó buscar algo de comida barata, cené
en una pizzeria. Precios populares preparándome para asaltar la
siguiente etapa.
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